A pesar del largo tiempo que llevamos hablando de ello, de las
posibilidades que hoy ofrece la tecnología para soportar este modelo y de la manifiesta
demanda existente, la realidad es que los avances en cuanto a la implantación de
un modelo de trabajo al margen de una oficina física han sido muy tímidos.
Cabe admitir, que la mayor parte de las compañías trabajan
con sistemas accesibles a través de internet, lo que da la posibilidad de que
los trabajadores extiendan su jornada para finalizar tareas pendientes en fines
de semana, vacaciones o incluso en periodos de baja si se precia. Pero muy pocos
son los que tienen la posibilidad, de manera ordenadamente reconocida, de
trasladar su mesa de trabajo a su casa algún día a la semana.
Lejos estamos aún, de un modelo en que exista una diferencia
notoria entre el número de escritorios de la oficina y las personas que emplea
la compañía y menos aún de implementar modelos completamente desubicados, en el
que la oficina se convierta en una mera sala de reuniones para un contacto esporádico
entre los empleados. Un modelo este, que podría traer importantes cambios al
mercado laboral, tanto desde el punto de vista económico y salarial, como también
desde el punto de vista de desarrollo de capacidades e integración, ahorro energético,
repoblación rural, sostenibilidad medioambiental, etc.
Por el contrario, se ha extendido el uso de modelos de externalización
u offshore a países como la India, buscando únicamente la reducción de costes, donde
la capacidad de control, rendimiento y calidad del trabajo ha dado mucho que
hablar en los últimos años.
Me pregunto porque no acaba de irrumpir un modelo de creación
de oficinas virtuales que integre el talento y las capacidades de personas
ubicadas en cualquier parte; que
apoyadas por el uso de herramientas tecnológicas que combinen de manera adecuada
un sistema de presencia, videoconferencia, gestión de los procesos y tareas, gestión
documental, etc. Daría lugar a un
aprovechamiento real de las capacidades laborales del entorno social,
reduciendo los costes laborales para las empresas y para el trabajador, la
actual problemática de la conciliación quedaría reducida a la mínima expresión y problemas como atascos, aparcamiento, serían
cosa del pasado.
Son muchas las ventajas y poco que perder, ¿Qué ocurre?
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