28 ene 2015

Que no te ahogen las ideas

Un buen día de 1737 Ronald Pherguson, propietario de una empresa de fabricación de ruedas de carro amaneció con una idea que vino a permanecer con el toda su vida, la compartió con muchas personas a lo largo de un tiempo buscando la chispa de alguien que le acompañase en la aventura, en las conversaciones que mantuvo con sus colaboradores obtuvo las siguientes respuestas: 


- Supongo que se ha vuelto usted loco, o está soñando claro, debe ser eso, es usted una persona muy inteligente para estar pensando en tonterías de este tipo. 

- Pero eso puede ser una temeridad, imagine la cantidad de personas que sufren daños a la velocidad del galope de un caballo, que puede pasar a esa velocidad, cientos de personas morirían en el acto. 


- Si, puede que no sea una mala idea, pero veo demasiados obstáculos. No creo que eso llegue a hacerse nunca, sería muy caro y al final el beneficio no es tanto; las cuentas no salen en esa empresa señor Pherguson. 

- Por donde está usted pensando ir, las tierras tienen dueño y no creo que nadie esté dispuesto a cederlas porque usted quiera llevar a cabo esa idea suya. 

- Oh dios mío esa idea es estupenda, las personas podrían ir y venir a muchos sitios, recorrer el mundo de una forma cómoda y rápida, podríamos trasladar grandes cantidades de comida y ropa en muy poco tiempo y el comercio generaría mucha riqueza para todos. Desde luego lo que plantea no es fácil, pero vale la pena luchar por ello, ¿está usted dispuesto a llegar hasta el final?

La idea del señor Pherguson era el ferrocarril y todas estas respuestas le llegaron de personas ilustres, personas de confianza, todas las repuestas de manera aislada e independiente parecen  razonables y positivas. Pero ¿Qué respuesta te gustaría tener de quien tienes a tu alrededor?

No dejes ahogar tus sueños.