Detrás de todo éxito empresarial hay una gran idea, un gran
equipo directivo y un gran conjunto de circunstancias que acompañan a que esto
se produzca, como no podía ser de otra manera, no es nada sencillo llegar a
alcanzar el éxito en el mundo de los negocios.
Sin embargo, si echamos un vistazo a los grandes éxitos
empresariales, aquellos que realmente destacan sobre todos los demás, Google,
Apple, Microsoft, Facebook, Istagram, WhatsApp, Infojobs, etc. el denominador común no es
una idea o una gran inversión, ni siquiera unos directivos ejemplares.
El éxito siempre radica en el amor. Si, si, el amor; puede
parecer que estoy haciendo un tratado sentimental
o religioso, pero es así como lo veo. El amor y la pasión que las personas
tienen por lo que hacen, el amor que los directivos manifiestan por su
responsabilidad para con sus empleados, el amor que fluye como base de una
actitud interior positiva de los líderes, dando pie a un comportamiento honesto
y ejemplar en todos los sentidos, donde las conversaciones discurren con una
transparente mirada a los ojos. Un comportamiento que toma como base el crear
un entorno de trabajo mejor en lugar de hacerlo a toda costa con la máxima rentabilidad,
un entorno de trabajo donde el capital humano es de verdad lo más importante.
Es en estos entornos donde aparece la genialidad, la implicación sin límites, la
máxima eficacia, la felicidad en el trabajo y por supuesto la rentabilidad
sostenible de las empresas.