Antes de comenzar, me gustaría ilustrar
con un ejemplo. Hace unos días coincidí con una persona interesante con la que
compartí un par de horas de conversación. Estaba a punto de cambiar su flamante
BMW por otro todavía mejor, a mi pregunta de si sentía una atracción especial
por los coches me respondió que no, simplemente que consideraba que la buena
calidad se nota en todos los detalles y que le estaba dedicando atención al
tema porque siempre hay que estar lo mejor documentado posible para hacer algo.
Durante un buen tiempo me estuvo contando acerca de todos los aspectos sobre
los que había indagado y como poco a poco había conseguido adquirir un buen
conocimiento de las diferencias en cada caso, así como lo que realmente valía
la pena pagar. Al final me confesó que el vehículo costaba 90.000€, pero que lo
pagaba la empresa de la cual era director general.
Tras unos segundos de silencio le
comenté un poco a que me dedicaba y le pregunté por la función de tecnologías de
información en su compañía. Su respuesta fue: “No me hables de eso, nos
gastamos casi 3 millones de euros al año en informática y si te soy sincero no
tengo ni p. idea de lo que hacen estos tíos”.
Tuve muchas ganas de decirle: “obviamente
conocer con detalles las dimensiones de los neumáticos de tu nuevo coche aporta
mucho más a tu empresa que saber cuál es la tecnología que se utiliza o la
estructura del equipo que soporta esta función y como se entrelaza este en la organización”.
Estoy seguro de que este hombre conocía
mucho mejor al comercial que le había vendido el coche que a su director de
tecnología. Esta desinformación y por tanto falta de atribución de valor es
algo mucho más que frecuente de lo que se piensa en las organizaciones de hoy
en día. Incluso cuando muchos de los directivos saben que sus organizaciones no
podrían funcionar sin el apoyo de los sistemas de información, consideran a
estos como un lastre necesario y en lugar de potenciar su crecimiento acercándose
a ellos a comprenderlos y mejorarlos, los critican menoscabando su excelencia
sin saber que en ellos puede estar la clave de una operación excepcional, y se limitan
a solicitar impertinentemente el último modelo de iphone.
Hace no muchos días estuve en una
empresa donde uno de los máximos directivos proviene del ámbito de la tecnología
y por afinidad le presta una atención especial a los sistemas y como soportan
las operaciones de la organización. Han conseguido incrementar su volumen de facturación
en más de un 400% incrementando su plantilla tan solo en un 15%, e
incrementando sus gastos de TI un 130%.
¿Te atreves a pensar que sucedería
en tu organización si se incrementa tu facturación en un 400%? ¿Cuánto incrementarías
tu plantilla? ¿Tienes tus procesos modelados y mecanizados para absorber un
crecimiento así?
Me cuesta mucho creer que todavía
hay directivos de los que no reaccionan cuando saben que sus empleados pierden
media hora al día (que cuesta alrededor de 10€) viendo como encienden sus viejos
ordenadores que reemplazarlos costaría 1€ al día, con la motivación y
reconocimiento adicional que ello conlleva. O de aquellos que no han utilizado
nunca los sistemas de información de su compañía y plantean en las reuniones las
soluciones de las que les hablado algún amigo o han leído en las páginas
dedicadas del periódico dominguero. Me parece increíble que haya muchos que
solo hablan con sus responsables de tecnología cuando necesitan un nuevo teléfono
para regalar o aquellos que se jactan de haber reducido los costes de TIC
mientras han incrementado el nivel de lujo de sus coches de empresa.
Me cuesta mucho creer que a estas
alturas alguien crea que puede hacer algo excepcional en su organización sin
contar con unos sistemas de información que ocupen el lugar que les
corresponde.