La ausencia de procesos que determinen las acciones a llevar a cabo en cada momento por los empleados en las organizaciones, favorece la capacidad de toma de decisiones individuales basadas en innumerables factores de evaluación, y ello puede representar una capacidad de adaptación excelente para la actividad de una compañía; sin embargo, la falta de formación adecuada, la desmotivación, no tener claro los objetivos empresariales, o muchos otros factores presentes a menudo en las plantillas, hace que ante cada decisión se desencadene una situación de ambigüedad que bloquea el avance y siega de manera contundente la capacidad productiva.
Los procesos y sus metodologías BPM, hacen que las empresas se encapsulen en una forma de trabajo, que a menudo elimina la creatividad y capacidad de aportación de los recursos humanos que forman parte del proceso, pero por otro lado generan certeza en la evolución y resultado de las acciones que se llevan a cabo.
En tiempos de crisis, cuando los empleados se ven afectados por recortes salariales, condiciones de trabajo bajo presión de resultados, despidos, etc; conseguir que sus aportaciones supongan un valor diferencial se hace complicado. Si además, incluimos la presión sobre los costes a los que se ven sometidas las organizaciones para competir, todo indica que es preciso trabajar sobre seguro.
Viendo la escasez de productividad, parece pues, que la implantación y/o mejora de los procesos va a verter una certidumbre a los resultados y a los costes que suponen un valor diferencial en estos malos momentos. Sirva como ejemplo los últimos resultados obtenidos por las grandes compañías Españolas, de las que todos sabemos que solo siguen el procedimiento independientemente de donde tengan externalizado el servicio.
Los procesos y sus metodologías BPM, hacen que las empresas se encapsulen en una forma de trabajo, que a menudo elimina la creatividad y capacidad de aportación de los recursos humanos que forman parte del proceso, pero por otro lado generan certeza en la evolución y resultado de las acciones que se llevan a cabo.
En tiempos de crisis, cuando los empleados se ven afectados por recortes salariales, condiciones de trabajo bajo presión de resultados, despidos, etc; conseguir que sus aportaciones supongan un valor diferencial se hace complicado. Si además, incluimos la presión sobre los costes a los que se ven sometidas las organizaciones para competir, todo indica que es preciso trabajar sobre seguro.
Viendo la escasez de productividad, parece pues, que la implantación y/o mejora de los procesos va a verter una certidumbre a los resultados y a los costes que suponen un valor diferencial en estos malos momentos. Sirva como ejemplo los últimos resultados obtenidos por las grandes compañías Españolas, de las que todos sabemos que solo siguen el procedimiento independientemente de donde tengan externalizado el servicio.
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