La zona de confort en el ámbito laboral, conocida como el conjunto de lugares, tareas, relaciones, creencias, hábitos… con los que una persona interactúa día a día, dan lugar a un comportamiento que va mas allá de la persona, de los grupos de trabajo, de los departamentos y de las propias empresas.
La zona de confort es, indiscutiblemente, una actitud contraria al desarrollo del potencial de las personas, hace que las cosas permanezcan tal y como están, que las sociedades tiendan a no evolucionar, que en las empresas todo tienda a hacerse tal y como se estaba haciendo hasta ahora y que la implantación de nuevas formas o herramientas de trabajo deban ser acompañadas por un conjunto de tareas que damos en llamar gestión del cambio.
Como contrapartida, ciertas inquietudes, donde toma protagonismo el dinero y su poder, suelen ser los agentes que sacan de la zona de confort a aquellas personas que le tienen menos apego, que son menos esclavos de su comodidad, o simplemente que tienen más ambición en cualquiera de los sentidos. Son estas las personas que acaban convirtiéndose en líderes económicos o empresariales dentro de nuestra sociedad capitalista; estos a su vez arrastran a otros que tienen un poco más de apego a su zona de confort y así sucesivamente sin darnos cuenta se establecen las estructuras jerárquicas de gran parte de las organizaciones, siendo estas condicionadas por esa goma que a todos nos ata y que nos arrastra en mayor o menor medida hacia nuestra zona de confort, evitando que desarrollemos nuestro potencial, que demos rienda suelta a nuestra imaginación, en resumen, que optemos por lo malo conocido y no apostemos nada en la casilla del día de mañana. Una famosa frase de Daniel Goleman resume este hecho: “Si yo hubiese tomado en cada momento la decisión que me hacia la vida difícil, en este momento seria un hombre rico”.
Como vemos, riqueza y zona de confort están en puntos contrapuestos, de ahí que la sociedad capitalista, movida por quienes le tienen más querencia al dinero que a la comodidad, se convierte en un escenario de luchas entre competidores, proveedores y clientes, empresarios y sindicatos, jefes y subordinados…
Lo que es indiscutible, es que el potencial está en la persona, durmiendo en una silla, como nota que duerme en las cuerdas del arpa de su dueño tal vez olvidada.
La zona de confort es, indiscutiblemente, una actitud contraria al desarrollo del potencial de las personas, hace que las cosas permanezcan tal y como están, que las sociedades tiendan a no evolucionar, que en las empresas todo tienda a hacerse tal y como se estaba haciendo hasta ahora y que la implantación de nuevas formas o herramientas de trabajo deban ser acompañadas por un conjunto de tareas que damos en llamar gestión del cambio.
Como contrapartida, ciertas inquietudes, donde toma protagonismo el dinero y su poder, suelen ser los agentes que sacan de la zona de confort a aquellas personas que le tienen menos apego, que son menos esclavos de su comodidad, o simplemente que tienen más ambición en cualquiera de los sentidos. Son estas las personas que acaban convirtiéndose en líderes económicos o empresariales dentro de nuestra sociedad capitalista; estos a su vez arrastran a otros que tienen un poco más de apego a su zona de confort y así sucesivamente sin darnos cuenta se establecen las estructuras jerárquicas de gran parte de las organizaciones, siendo estas condicionadas por esa goma que a todos nos ata y que nos arrastra en mayor o menor medida hacia nuestra zona de confort, evitando que desarrollemos nuestro potencial, que demos rienda suelta a nuestra imaginación, en resumen, que optemos por lo malo conocido y no apostemos nada en la casilla del día de mañana. Una famosa frase de Daniel Goleman resume este hecho: “Si yo hubiese tomado en cada momento la decisión que me hacia la vida difícil, en este momento seria un hombre rico”.
Como vemos, riqueza y zona de confort están en puntos contrapuestos, de ahí que la sociedad capitalista, movida por quienes le tienen más querencia al dinero que a la comodidad, se convierte en un escenario de luchas entre competidores, proveedores y clientes, empresarios y sindicatos, jefes y subordinados…
Lo que es indiscutible, es que el potencial está en la persona, durmiendo en una silla, como nota que duerme en las cuerdas del arpa de su dueño tal vez olvidada.
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